No permitas/
que la humedad de la tristeza
ascienda/
por los capilares dolidos del alma.
No permitas que te entristezca
la palabra cortante del adiós...
porque no hay adiós.
El amor
siempre ronda el mundo
en la fresca sintonia del espíritu.
Ese amor
no sabe/
de dioses ególatras
ni de caminos perdidos.
A partir de ahora/
a partir de hoy/
pon en tus manos las flores
que generosas se inclinan a tu paso.
No dejes marchitarse
la emoción valiente de la espera.
Dale una sonrisa
aromada de tu luz
al verdor de los anhelos.
Observa/
La vida es una aventura
de paisajes infinitos/
Aunque pueden a veces
sus follajes
herir al corazón.
¿Sientes la melancolía de violines
que se mecen en el pecho?...
Yo también siento/
Dame entoces
el placer de redoblar/
esta apuesta tambaleante
de gorriones.
¡Suelta ahora!...
¡Suelta bajo tus pies
esas semillas vacilantes del amor!
Recogerás los frutos/
Donde sea que vayas.
Donde sea que vuelvas.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas