Hiere el adiós
como un hacha etérea/
Cuando cae su filo
invisible y cruel.
Se deslizan entre sí las manos
/rozándose/
hasta el último contacto
en la punta de sus dedos...
/despidiéndose/
Sólo un café amargo queda
para endulzar esta melancolía.
La ansiedad construye
sus alas temblorosas
que torna a la ternura
torpe y sin sentido.
Cuando se aquietan mis manos
frías y distantes de tu piel
no sé si es tal su conquista
como el derecho de mis dedos
en tus senos solazarse.
¿Por qué estos pasos míos/ tercos/
van con vos hacia la cima incierta
si yo bien sé
que volverán rodando en la pendiente
tras el golpe cruel de lo imposible?
Eslabones perdidos de historias quedan
en la cadena de la vida/
Suenan/
como heridas y derrotas
y como siempre... ¿hasta cuándo?
El débil cordón de plata que nos une
se funde cada tarde
en la flama dolorosa del adiós.
¿Es sólo fugaz aventura de un sueño
lo que me marcan tus ojos
cuando juegan su ironía en la sonrisa?
Arremete a veces el secreto punzante
de tu palabra abrupta y callada/
¿Me dice, acaso, su silencio
lo superfluo...
lo imposible de este amor?
Autor: Juan C. L. Rojas