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lunes, 19 de enero de 2009

Segundo texto del libro: "Amor... Laberinto de dulzuras y tristezas"




En el ordenamiento de la compaginación, el segundo texto del libro "Amor... Laberinto de dulzuras y tristezas", es el prólogo de un gran poeta: Hector Rico. 

En otro artículo brindaré referencias sobre su obra poética.

Para este blog (http://www.laberintodelamor.blogspot.com/), transcribo su participación, escribió él:


Prólogo

Los poemas de Juan Carlos Rojas trascienden la emoción y la infinitud de sus ofrendas alcanzan notorias cimas.

El tiempo es la presencia y la fugacidad del encantamiento, la otra vertiente donde es posible la posesión y el desapego. Inminencia del cuerpo, donación del espíritu aún ante la ausencia.

El sutil erotismo, es desvelamiento del ser y descubrimiento de su imagen anhelada, la experiencia pura de crear en un cuerpo una réplica del otro, de abrazar y modelar, de rescatarlo de su aislamiento con la instantánea percepción de la plenitud.

"Ya sé que hay en ti, un rincón donde habito, en retazos que te duelen"

Coexistencia de las almas, que en su dualidad se convierten en una, y en la unidad se desdoblan para recuperar su identidad, su parcela amatoria.

Como nacerse en el otro y renacer en sí mismo.

"Y nací de nuevo con la esperanza de tus ojos, con la rama perfumada de tu cuerpo"

Y con la creación de un nuevo cuerpo, exaltar el prodigio.

"Esta hermosura de caer rendido, y en los puños del corazón, aferrando aún, la bravía esperanza"





Ya concebido por el amor, ya consciente de su maravilloso origen, el poeta espera perpetuarse en el sagrado designio y transitar de su mano la inmaculada senda.

"¡Anda! ¡llévame en tu seno! A esta pequeñez humana llévala en tu seno, donde se elevan las ondas ardientes de corales arracimados, donde palpita ansiosa la simiente, donde se arrulla, la materna ternura de la vida"

Su apasionado poetizar, recobra el sosiego y se interroga: "para qué mis versos, si no cantan en tu pecho"

Más allá de la contemplación extática, la piel se desvanece, si no es aprehendida, si no es poseída por el ritmo sensual de su lenguaje.

"Sólo lamer... pudiendo devorar los racimos descollantes"

El erotismo empleado en los poemas de Rojas, es plural y significativo. Es escritura que se ahonda en el cuerpo sin más orden que el exploratorio, sin más función visual que la exposición de la desnudez necesaria.

"Sentirás mis manos deslizarse, en las cálidas playas del pubis. Te rozarán mis labios, subiendo la curva placentera de tu pecho"



Pero en el amor humano, pugnan constantemente, la arrobadora presencia del amante, y su inevitable y dolorida ausencia. Y así, nuestro poeta, declara el gozo impar de las apariciones.

"qué bueno es verte, aunque se gasten mis ojos... y mi pecho de suspiros"

Mas la fugacidad del tiempo, envuelve a los seres en una indeterminada brevedad, y la ausencia se convierte en poderoso muro que nos aísla de su posesión.

"Cuando me envuelve la noche en esta mendicidad resignada, me regala generosa el poder de soñarte"

La sublimación del sentimiento está presente en cada poema, y podemos comprobarlo en inmejorables metáforas e imágenes.

"He cosechado tus manos, tu cuerpo, lo sé, ¡quien sabe si también tu corazón!"



Y así, el cuerpo amado revela en constantes mutaciones, en permanentes alusiones al mundo circundante, que también forma parte de su substancia.

"Amada mía, porque puedo sentir es que camino, sobre tus ojos, sobre tu cuerpo, aunque seas aire, aunque seas agua"

Juan Carlos Rojas es fundamentalmente un poeta filosófico, por tal razón, son permanentes sus reflexiones sobre la naturaleza del amor y sus implicancias en el alma humana, no obstante ese poético filosofar, adopta a veces un aspecto marcadamente religioso, que subyace en el trasfondo de la idea, consagrando de esa manera al acto poético, en acontecer sagrado.

"Bienaventurado quien pone la cerviz y se encadena sólo al amor"



Revaloriza la esperanza a través de su fe, y se aferra como un náufrago a su madero salvador. Su indeclinable credulidad, le hace expresar:

"Esperanza obcecada que construye un jardín, aún, donde hasta las piedras estallaron"

Cada poema construye otro, que es el mismo, océano donde derivan las palabras y se acumulan con estricto rigor. Lo único posible para cantarle al amor en su universalidad, y para desdoblarse en la amplitud de los significados.

Por último, Rojas, nos da la clave de su acontecer en el sentimiento, en el maravilloso "Canto del amante":

"Navego en el recuerdo de esta luz que me exilia del mundo, para dormirme en el laurel soñado de tu cuerpo"



Canción, que es, celebración final que concede a la amada; y nos concede, a la vez, con la perceptible trascendencia de su palabra poética.

Hector Rico.

Transcripción par el blog: J. C. L. Rojas.





Gracias a todos por vuestra generosidad en participar. Un abrazo.