Fueron nuestros días
subrepticio canto del silencio.
Ronda de celestes sonoridades.
Completo programa de un concierto
de humildes himnos/
cantos/
e ignoradas tragedias bajo la piel
acrisolando el alma.
¡Y es así como suena la vida!
Este estanque en el Universo/
donde reverberan los ecos
de brillantes soles/
nubosos horizontes.
Agradezco tus sonrisas
(aunque abemoladas)
pasaron el riesgo de las cuerdas
que más no se pudo tensar.
Agradezco a tus manos/
Fortalecieron los bastiones de mi espíritu.
Este espíritu que envuelve
a un ángel veleidoso
que transmuta en aire de palabras
esta dicha sufriente de vivir.
Llevo en el diapasón de mis huesos
tu corazón
su pianissimo acorde
que sonó sobre mi piel
cuando aletargaba
sus espacios de suspiros.
Que me miren tus ojos...
que ya los míos...
tranquilos
en este prolongado calderón...
que no dice
cuál es el compás que sigue/
cuál el que empieza/
Podré ejecutar
en un rincón tal vez
este mordiente chispeante de mis ojos/
Se notará/
en la sonoridad rallentada de violines.
En el fondo de esta sala de armonías/
ya se dieron a silencio
las cajas oscuras de los bajos/
sólo el aire vacío suena
de las gaitas distendidas.
¿Ves/ oís/
la campanilla suave de mi sonrisa
que atornilla el aire
para calmar tus ojos
y la ansiedad dolorosa de tu pecho?
¡Mira, no son culpas
estos golpes de timbales en nuestros oídos!
Sólo son sones/
que tañen
los duendes musicales del aire.
Oye, es imposible parar
este concierto beethoveniano.
Golpes violentos del amor.
...el silencio también es música/
música que fluye
cósmica y terrena
en la voz profunda del alma.
...Miremos el arroyo
este sinuoso devenir del tiempo...
nada más, percibamos
el perfume abrillantado
en estas notas del concierto.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas
subrepticio canto del silencio.
Ronda de celestes sonoridades.
Completo programa de un concierto
de humildes himnos/
cantos/
e ignoradas tragedias bajo la piel
acrisolando el alma.
¡Y es así como suena la vida!
Este estanque en el Universo/
donde reverberan los ecos
de brillantes soles/
nubosos horizontes.
Agradezco tus sonrisas
(aunque abemoladas)
pasaron el riesgo de las cuerdas
que más no se pudo tensar.
Agradezco a tus manos/
Fortalecieron los bastiones de mi espíritu.
Este espíritu que envuelve
a un ángel veleidoso
que transmuta en aire de palabras
esta dicha sufriente de vivir.
Llevo en el diapasón de mis huesos
tu corazón
su pianissimo acorde
que sonó sobre mi piel
cuando aletargaba
sus espacios de suspiros.
Que me miren tus ojos...
que ya los míos...
tranquilos
en este prolongado calderón...
que no dice
cuál es el compás que sigue/
cuál el que empieza/
Podré ejecutar
en un rincón tal vez
este mordiente chispeante de mis ojos/
Se notará/
en la sonoridad rallentada de violines.
En el fondo de esta sala de armonías/
ya se dieron a silencio
las cajas oscuras de los bajos/
sólo el aire vacío suena
de las gaitas distendidas.
¿Ves/ oís/
la campanilla suave de mi sonrisa
que atornilla el aire
para calmar tus ojos
y la ansiedad dolorosa de tu pecho?
¡Mira, no son culpas
estos golpes de timbales en nuestros oídos!
Sólo son sones/
que tañen
los duendes musicales del aire.
Oye, es imposible parar
este concierto beethoveniano.
Golpes violentos del amor.
...el silencio también es música/
música que fluye
cósmica y terrena
en la voz profunda del alma.
...Miremos el arroyo
este sinuoso devenir del tiempo...
nada más, percibamos
el perfume abrillantado
en estas notas del concierto.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas
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