Por fin
detuve un momento
mi traviesa locura de niño.
Tras un golpe contra el horizonte, pude bajar
del caballo desbocado
que espolearon mis sueños.
Volví entonces mis ojos
de esas llanuras sedientas...
aquellas que insuflan
anhelos ardientes en el corazón/
¡Candor del pecho/
buscador de montañas imposibles!
Volví mis pasos.
¿Se rindieron acaso?...
Se aquietaron
para envejecer aún más
su cansada esperanza.
A mi espalda
vi un mar gris opaco/ brumoso...
¡Tantos ojos marchitos!
Vi a la pasión anhelante.
¡Ella era/ es/
el combustible del sol
quemando las alas de la vida!
Regresé del camino de la ilusión
tras la cortina lluviosa de las lágrimas.
Caminé sobre continentes antiguos
de sueños perdidos.
Amarrado en sus puertos
había barcos en cenizas humeantes.
Dejé en cada altar de sus mástiles
la bendición de un suspiro
y en el último
la rendición de mi espada.
Monté otra vez
con humildades nuevas
con tristeza dura/
con rumbo incierto/
El trote es leve.
Un río de manso fluir
sin medida del tiempo.
Sobre mi frente
caen sin cesar
(del oscuro arpegio de la noche)
guiños amables
de mis nuevas estrellas.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas
detuve un momento
mi traviesa locura de niño.
Tras un golpe contra el horizonte, pude bajar
del caballo desbocado
que espolearon mis sueños.
Volví entonces mis ojos
de esas llanuras sedientas...
aquellas que insuflan
anhelos ardientes en el corazón/
¡Candor del pecho/
buscador de montañas imposibles!
Volví mis pasos.
¿Se rindieron acaso?...
Se aquietaron
para envejecer aún más
su cansada esperanza.
A mi espalda
vi un mar gris opaco/ brumoso...
¡Tantos ojos marchitos!
Vi a la pasión anhelante.
¡Ella era/ es/
el combustible del sol
quemando las alas de la vida!
Regresé del camino de la ilusión
tras la cortina lluviosa de las lágrimas.
Caminé sobre continentes antiguos
de sueños perdidos.
Amarrado en sus puertos
había barcos en cenizas humeantes.
Dejé en cada altar de sus mástiles
la bendición de un suspiro
y en el último
la rendición de mi espada.
Monté otra vez
con humildades nuevas
con tristeza dura/
con rumbo incierto/
El trote es leve.
Un río de manso fluir
sin medida del tiempo.
Sobre mi frente
caen sin cesar
(del oscuro arpegio de la noche)
guiños amables
de mis nuevas estrellas.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas